" ¿Estáis en casa? . "Si" le conteste. "Pues ahora subo que os he comprado unas cositas"
Diez minutos después picó al timbre . Abrí la puerta de la escalera y dejé, la de casa abierta, para cuando subiera los tres pisos. Me tumbé en aquel mini-sofá que teníamos ,esperando que llegara. Con mis zapatillas puestas. Estaba cansado. Muy cansado. Por aquellos tiempos me levantaba a las cuatro y media. El turno de seis a dos era terrible. A mi lado, como siempre, mi mujer. Y su enorme barriga . Aquella barriga que parecía iba a estallar en cualquier momento. Una barriga que no encajaba en su frágil figura. De golpe, gritos. Gritos en la escalera. Eran de mi madre. Boté del mini-sofá y empecé a bajar escalones de dos en dos. Entre el primero y el entresuelo, vi a mi madre tirada en el suelo, con una mano en el cuello y los ojos suplicando ayuda. No paré. Salté por encima de ella y seguí bajando. No le dio tiempo a abrir la puerta de la calle. Era joven, como yo. Al darse cuenta que no tenia tiempo de huir, se volvió hacia mi con la mano extendida.
"Tranquilo, tranquilo" repetía. En la mano extendida, la cadena de oro de mi madre. En la otra , una pequeña navaja. El instinto bárbaro, me poseyó. Como pocas veces. Desconocía aquella habilidad mía ,para golpear . Mi abanico de golpes fue impresionante. Con intención de hacer daño. No pudo ni defenderse. Le reventé la cara. Y no le abrí, la cabeza contra la pared, porque los vecinos, alertados por los gritos de mi madre, consiguieron separarme.
"Que me matas, que me matas" , gimoteaba el miserable. El cobarde. El puto cobarde. Los vecinos le salvaron. Recuperé la cadena de mi madre y me quedé con su navaja. Pequeña y sucia navaja. Aún la tengo.
Al día siguiente, a las pocas horas de tranquilizar a mi madre y acompañarla a casa, nació mi hija. El susto y el miedo que pasó su madre, seguro que apresuraron su llegada. Su madre, su santa madre, me brindó el día más feliz. Me hizo padre.
Hoy hace, 25 años. 25 años de orgullo. De satisfacción. 25 años de nudo. De garganta ahogada. De moco inesperado .De pañuelo rescatado. De pecho exagerado. De lágrima feliz y risa desvocada. De sueño conseguido y destino idealizado.
He cumplido. El mundo está mejor que hace 25 años.
A mi hija, en su 25 cumpleaños, felicidades. ¡¡¡ Muchas felicidades!!! Y recuerda: "Te quiero más a ti sola, que a todo el resto del mundo".
A mi me parece, que a pesar del nudo, hoy no tengo ganas del disimulo.